Carajo que dan ganas de adentrarse en los húmedos y selváticos territorios de Madre de Dios y dominados por el Urubamba, hasta los mosquitos se sienten.
Acabo de terminar -y de heredar a mi hija Rocío, lectora en ciernes-, la novela "El Hablador" y como las anteriores, me encantó. Se trata de una obra en contrapunto. La vida de Saúl Zuratas "Mascarita" como le llaman por su enorme lunar morado que le oblitera media cara, machiguenga por convicción y judío por biología, es una obra maestra. Nos muestra lo que al final todos queremos hacer: lanzarnos de cabeza a lo que queremos con toda el alma. Ni más ni menos.
Saúl vive hasta terminada la universidad en Lima, y vacaciona donde los machiguengas, incursionando de tal manera dentro de la vida y la mitología de ésta interesante etnia nómada del amazonas, hasta convertirse en uno de ellos. La liga que le retiene con el mundo criollo es su anciano padre, que al morir, le libera de su ya pesada carga. Abandona todo -si, todo- y se vuelca al mundo machiguenga y no como un miembro cualquiera, sino como un "hablador", figura en la que se combina el cantar de gestas, el noticiero, el maestro y hasta el sacerdote.
Amén de la descripción de la novela, que les invito que lean, quiero destacar el hecho que me cautivó y que repito: durante determinados períodos de la vida de una persona, se enfrenta a decisiones que confrontan el genuino gusto o pasión por algo con valores éticos, morales o tabús establecidos. Sé de propia mano y de cercanos míos que en un alto grado se opta por la segunda alternativa. La cultura alienada en que vivimos nos educa en una ética agachona, sumisa, fácil de manejar y de mínimo cambio. Ésto no significa que sea lo más adecuado para alguien específico. Saúl Zuratas se entrega al mundo machiguenga a sabiendas de lo que hará, del rol que jugará dentro de su sociedad y se entrega al papel con tal perfección y conocimiento de causa, que los mismos machiguengas lo consideran uno de ellos sin vacilación.
En resumen: para mi juicio es muy destacable la forma de hacer las cosas. Trascenderá de igual forma un profesor, un atleta, un padre de familia, un artista, un político o un comerciante.
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