Después de chorrocientosmil fines de semana desastrosos (si no es por las esporádicas apariciones de mis hijos mayores) hoy salió el sol en Tláhuac. Estuve desde temprano -en horrísonas ayunas- hasta como a las dos de la tarde en el Gimnasio Tlahuicoli (lo correcto es Tlahuicole, en honor del imbatible guerrero y político otomí adherido a las huestes tlaxcaltecas enmedio de las Guerras Floridas), en el centro del Pueblo de San Pedro Tláhuac (donde pronto habrá una estación del metro).
Allí se sucedió el examen de TaeKwonDo de mis hijos de cinco y seis años. Vaya -aún cuando me siento muy orgulloso de su desempeño-, quisiera platicar sobre uno de los aspectos más importantes del deporte popular: su capacidad de cohesionar a la sociedad y de aglutinarla alrededor de valores de capital importancia hoy en día: el esfuerzo para conseguir las cosas que valen la pena, el valor de trabajar en equipo (y de defenderse en equipo), además de tener un tiempo para verse las caras entre vecinos y conocernos y reconocernos después en otras circunstancias: en fin, de crear sociedad; con todo lo que ésta significa: buena vecindad.
Yo trabajo en el ámbito deportivo y dentro de ése particular ámbito no se dan ésos valores. Se dan los opuestos exactamente. Al igual que dentro del ámbito de gobierno municipal, lo importante en el desempeño de las actividades sociales se destacan en lo local.
Jamás en el escritorio de un gobernador de un estado o de una oficina federal se podrán percibir los tenues matices que provocan esos pequeños afectos que se suceden entre individuos y que generan vecindad y por ende sociedad. Hagamos más momentos como ésos.
Saludos al Centro de Formación Marcial Doyang Arboledas.
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