Si me tardé en escribir de nuevo en el blog, fue por culpa de Atomic.
Se que crearé cierto nivel de controversia al escribir esto, pero hoy reflexioné acerca de la necesidad de sacar al exterior aquello que nos inquieta.
Esta noche de regreso a casa –como todas las noches-, enfrentado al tráfico durante más de una hora, con el calor del motor del miniauto quemándome las rodillas; la mente viajaba a mil por hora hacia Atomic.
Atomic: Parecida a las vertiginosas noches de mi juventud, en las que las luces del periférico discurrían raudas a ambos lados de mi cabeza mientras manejaba a toda velocidad a altas horas de la noche: así es Atomic.
Uta, me preguntarán, ¿qué es o quién es o dónde es Atomic?
Atomic es un alguien, es algo y es un lugar específico. Es con quien estuve ayer martes, es un estado de ánimo y es un lugar que visité en Los Ángeles hace un poco más de 20 años.
Cada noche me puedo conectar a/con/hacia Atomic. Ella/eso/allí se vive veloz. Se vive luminoso, se piensa/siente intenso.
No más ambigüedad. Procedo a la descriptiva:
1) El lugar
Un lobby bar en un hotel en downtown LA en 1988. Regreso de caminar muchísimo renegando del uso del transporte público en la babilónica LA. Calor, visiones apocalípticas y dinero en la bolsa; por ende, compras. Llego a la habitación donde mullidas almohadas, suaves blancas toallas de siete tamaños distintos me arropan. Me baño, bajo al lobby bar, bebo una dos tres más cervezas. Lugar a media luz, con mesitas de madera y cómodas sillas bajas. Una barra con bancos con asientos de piel. Color ámbar la piel de los bancos. Lámparas completando el ambiente y un pianista tocando jazz. Entonces llega ella despampanante alta sexy woooowwww.
I can’t believe my luck. En tres cuartos de hora –lo juro- estaba besándola en todo el cuerpo. Nacida en LA de madre nicaragüense y padre gringo hablaba español con un acentito divino. Me dolió dejar la aventura después de tres noches increíbles de las que no he tenido –salvo contadas ocasiones- otro punto de comparación.
Las calles grafiteadas, las vírgenes de Guadalupe en los muros con la condición binacional y bidimensional, las agresiones de tus paisanos residentes en EU, el Dodger Stadium y sus memorables jochos, así como la comida thai y vietnamita acompañaron las tres noches atómicas en que el hongo destructor alcanzó alturas siderales para caer lenta estrepitosa inefablemente hasta el nivel del olvido, de la petite mort.
2) La situación
Cuatro años antes en
Arrepentida que me dí el día que acepté el transporte hermanístico. Su hermana era un verdadero bombón. Me volví un adepto del raid vespertino desde ese preciso momento. Con tal de ver sus ojos por el retrovisor. De escucharla.
Les dará risa, apreciables lectores, pero era la época del disco samba, ridiculísimo potpourrí de Música Popular Brasilera cuya intervención era obligada en cualquier fiesta juvenil de finales de los años 70’s en Chilangolandia. Pero más ridícula era su interpretación dancística. Pero calla boca: por la hermana de mi amigo bailé ese esperpento un par de veces. Siento una especie de alegría maligna al contárselo. Alegría porque felizmente ya no volveré a bailar disco samba jamás. Nota Bene: Mejor ni digo, no vaya a ser que en estado inconveniente me atreva a semejante desfiguro en alguna otra ocasión.
Pero lo rescatable fue el momento. Retraído, cínico y antisocial como acostumbraba ser, me generó una suerte de ímpetu lineal la hermana del amigo. Y de manera específica me refiero al ímpetu como la situación que quiero expresar. Es lo más parecido a velocidad, si es que me entienden.
Allí viene lo difícil. Más de veinte años después el círculo se cierra. Como la mayoría de los seres humanos, maduramos, es decir que nos llenamos de responsabilidades, de cargas, aceptamos esas responsabilidades y hasta podemos decir que jugamos con ellas con poca o mucha habilidad. Esos trabajos nos llenan de kilos y nos hacen perder cabello. Una luz de pronto invade el horizonte. Ni te lo esperas. Tienes años sintiéndote que has salido de la manada, desinteresado, triste; con intereses que van más por el lado del desempeño profesional.
Y de pronto llega Atomic. Está aquí y está cerca. Tampoco lo puedo creer, como en la ocasión de LA.
Me hace sentir luz, velocidad e intensidad. Me hace ser y estar. No tengo miedo y voy por todo. Ya siento su aroma en mi ropa, en mis manos y en mi piel. Cerca.
Lo interesante es que ella evoca al lobby bar, me recuerda a la sensación que sentí al conocer a la hermana de mi amigo de la secu y en conjunto se parece mucho a lo que se llama vivir.